El escritor Sergio Muñoz habla de su primera novela publicada

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23 de septiembre de 2021

Por: Camila Melo

Con Aquellas pequeñas cosas o el chascarrillo de Tío Tombo Sergio Muñoz propuso una novela picaresca sobre Colombia. Esta es la segunda obra ganadora de la Convocatoria Ópera Prima publicada por Panamericana Editorial.

¿Qué puede hacer un expolicía corrupto con todo el dinero que le quedó después de ser destituido? ¿Qué cambiaría si ese policía es un exalumno universitario de literatura? ¿Si su ética corrupta está atravesada por la lectura de los formalistas rusos? En Aquellas pequeñas cosas o el chascarrillo de Tío Tombo, el autor representa y cuestiona algunos problemas como la forma en que el machismo, la homofobia, el amiguismo, entre otras actitudes o maneras de ver el mundo, atraviesan nuestras relaciones personales y sociales; la crítica a estas surge quizá del distanciamiento, de la evidencia de que son problemas reales que se ven en cosas pequeñas y cotidianas, de la confidencia o complicidad insensata a las que a veces se invita a quien lee, o de la rabia y frustración que surgen durante su lectura, ante una sociedad donde las cosas terribles quedan impunes o muchas veces no pasan de ser un pequeño “chiste”.

¿Hasta qué punto nos es posible reírnos de nuestros males? Esta obra es una provocación y una invitación para pensar varias de esas “pequeñas cosas”. Muñoz además de dedicarse a la escritura, es narrador oral y editor. Estudió el pregrado y la maestría en estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia.  Ha escrito poesía y montajes de narración oral. En esta entrevista el autor da a conocer la raíz de su primera publicación y también sugiere, desde su postura, una reflexión acerca del panorama actual de las letras en Colombia.

— ¿Cómo nace la novela y en cuánto tiempo la escribió?

En un país como este el tema de la policía prácticamente no pasa de moda. Recuerdo que fue como en 2016. Tenía algunas inquietudes específicas acerca de las formas cotidianas y pequeñas en que se manifiestan la corrupción, el machismo, la homofobia, el clasismo y otros males semejantes. Pareciera que todos vienen como en el mismo paquete. Y sí. Sobre todo, pensaba en la manera en que estas cosas se manifiestan en nuestras relaciones interpersonales, en las pequeñas transacciones que realizamos a diario, en las conversaciones, en las fiestas, etc. También estaba interesado en las relaciones familiares y específicamente en lo que con unos amigos conocíamos como el «humor de tío» y los chistes de tío, que a veces son simplemente apuntes repentinos y oportunos y otras veces chistes, en el sentido más tradicional, que ellos consideran chistosos. «Estudiábamos» el funcionamiento de este humor, sus razones, todo eso. Y bueno, quería pensar la relación de «crianza» y «ejemplo» que puede tener un tío para uno, esa figura seudopaterna que alcahuetea un montón de cosas y a la vez protege y muestra un “camino de vida”, más allá de si está mal o no dicho camino. Obviamente para los padres quizá no sea el mejor, lo mismo que para uno, como se ve en esta historia que por lo demás está cargada de cosas y prácticas terribles, una especie de “caricatura” de los horrores cotidianos en nuestro país.

El caso es que con todo esto en mente, no sé cómo llegué a la idea de que sería quizá chistoso o al menos divertido problematizar todo esto a través de la relación de un policía y su sobrino. Pensé también en tocar este tema tan colombiano que es la impunidad, que entre chiste y chanza las personas como estos personajes casi siempre se salen con la suya y así sigue el país; o son como el sobrino, que viven o ven las cosas y no hacen mayor cosa, alcahuetean o permiten las malas cosas, sin inmutarse o asumiendo que son naturales. En el peor de los casos, estas personas se quedan quietas, aunque sepan que está mal lo que ven. Escribí un par de páginas donde creé a los dos personajes o al menos los esbocé, le di voz al sobrino y lo demás empezó a darse, los dejé ser mientras escribía, y así se fue dando. Esas páginas las escribí en 2016, creo, luego solo pensaba cada tanto en los personajes porque el asunto se quedó atascado, por otros proyectos míos, porque estaba estudiando y por la dejadez que no falta.

En diciembre de 2017 me puse serio y como en una o dos semanas terminé la primera versión de la obra. Fluyó tanto porque escribí juicioso por las noches y porque llevaba meses pensando en los personajes, los problemas, temas, etc., aunque sin escribir. Luego Adolfo Guerrero leyó esa versión y me hizo algunos comentarios, lo mismo que José Rengifo. Sin embargo, Adolfo volvió a comentármela en 2019, me hizo recomendaciones y todo eso, pues estaba pensando en que era hora de hacer algo con el texto, hasta que luego supe de la convocatoria. Ahí trabajamos por última vez y la entregamos. La obra inicialmente se llamó Tío Tombo; luego, en el proceso editorial con Panamericana, el título cambió.

— Háblenos de sus referentes literarios

Bueno, los que para mí son grandes hacedores de chistes (en un sentido bastante amplio), sobre todo. Juan Bonilla, Y.B.; Pedro Calderón de la Barca, Martín Rejtman, gente de la calle, los tíos, claramente, las tías también, obvio. Amigos y amigas que no han parado de hacerme reír desde que los conozco. Sé que la pregunta es sobre referentes literarios, pero para esta obra en específico los referentes literarios son pocos; de hecho, en buena medida son importantes algunas de las pocas cosas de teoría literaria que he estudiado, incluso debería extenderme a bandas de punk como Lendakaris Muertos o Mamá Ladilla. De mucha gente he aprendido, sea por un libro nomás, una canción, la obra completa, un simple comentario o chiste tomando aguardiente o años completos de compartir. Obviamente autores del parche y de mi generación no dejan de ser referentes literarios nunca para mi vida en general: Alexandra Espinosa, Michael Benítez, José Rengifo, Damián Salguero, Diego Granda, Javier Mamián y otro montón que no alcanzo a escribir ahora, pero a todos llegarán a partir de esos nombres, seguramente. Son gente que está haciendo cosas tesas.

—¿Cómo enriqueció la obra el trabajo del editor de la misma?

Uy, pues no solo me transmitió de manera clara un par de inquietudes del jurado y me ayudó a pensarlas, sino que incluso la forma en que quizá se conflictuó con algunos pasajes o asuntos representados nos llevó a conversar sobre cosas como los límites del humor o de lo que uno escribe respecto a cierto público. También fue importante su comprensión a la hora de hablar de la extensión, por ejemplo, pues para mí era casi imposible extender más la obra, pues, como sabe quien la leyó, es bastante corta y para mí no funcionaba de otra manera. César estuvo muy pendiente incluso durante el proceso de diagramación y esa comprensión y apoyo me permitió incluso crear un par de capítulos que resultaron fundamentales, sobre todo “Aquellos viejos nombres”.

También me parece importantísimo nombrar a Adolfo, pues la obra no solo creció desde su creación gracias a su rigurosa lectura, sino que conversó mucho conmigo durante el proceso final de edición, yo le preguntaba por si algunas cosas funcionaban, por ejemplo, sobre todo los chistes y el asunto de dos personajes que al final se dio bien.

—¿De qué manera cree que sellos como Ópera Prima brindan la  posibilidad de enriquecer la propuesta editorial actual en Colombia?

De una u otra forma, sellos como Ópera Prima muestran que es posible publicar, sobre todo en esos espacios que uno cuando recién empieza a escribir siente tan ajenos, tan reservados para pocas personas o prácticas. En buena medida, sellos como Ópera Prima evidencian las fisuras de eso tan hermético que es el “mundo editorial” en el sentido amplio comercial o de lo que uno siempre ve en ferias o librerías, por ejemplo. Así, en mi caso específicamente, me sorprendió bastante la aceptación por parte del jurado y del editor de la obra, considerando por ejemplo, como dijo Miguel Urrego, un amigo mío muy enterado del asunto editorial, que esta novela fue concebida para publicarse de manera independiente, que aunque esto nunca se dio, el punto aquí es que fue escrita sin prejuicios o tapujos o cosas que normalmente afectan de manera profunda la publicación por parte de una editorial no independiente.

Fue una grata sorpresa, sobre todo considerando que muchas veces sentí fastidio de presentarme a concursos y convocatorias, sobre todo en poesía, por esa vaina de la rosca y de que siempre ganan los mismos tipos de propuesta (propuestas que validen o no se alejen mucho de lo que defiende la casa, la casa editorial o los jurados, sentí alivió de por fin haberme ganado algo). Esto, frente a los demás fracasos, da algo de esperanza.

Es muy grato saber que no solo los movimientos o editoriales independientes, abanderados o defensores siempre en esto de las nuevas propuestas, sino editoriales como Panamericana se están interesando en los nuevos autores y ojalá ese nivel de trasparencia se mantenga, eso es importantísimo para la diversificación y para la producción de arte en el país, en este caso de literatura. Igual falta mucho camino; de todos modos, este tipo de gestiones en un muy buen inicio, Ópera Prima es un sello necesario.

—¿Qué opina de la actual escena editorial y sobre la publicación de nuevos novelistas en el país?

La escena actual editorial creo que no se puede tocar sin hablar de las editoriales independientes y sobre todo las pequeñas editoriales independientes. A mí ese medio me ha dado muchas cosas, no solo amigos y amigas, sino la posibilidad de que mi poesía sea leída incluso en otras partes del mundo. Muchas personas en Popayán, Cali, Armenia, Medellín, Bogotá, entre otras partes, están metiéndole la ficha con toda a sus proyectos editoriales, autopublicándose y publicando a su parche. Se generan intercambios de todo tipo de saberes y prácticas que enriquecen el medio y el panorama de lo que tenemos para leer. Leer cosas de calidad nunca había sido tan barato.

Lo de nuevos novelistas es importantísimo, sea de manera independiente o no, sobre todo por lo estancados que a veces están los hábitos de lectura o las recomendaciones, lo mismo que las prácticas estéticas o las formas de escribir. Si vemos la literatura como una “institución”, podemos entender la importancia de todos estos aportes diferentes al campo. El diálogo con viejas formas, sea novela, poesía, cuento, teatro, etc., siempre es importante, el diálogo o la pelea o la renovación. Algo. Lo importante es que la cosa no se quede quieta y surjan siempre puntos de vista nuevos, formas nuevas de hacer y pensar la literatura.

Lo demás creo que sería un complemento de la respuesta anterior, que no dista mucho del tema de esta pregunta: la apuesta de Panamericana en este caso me parece muy valiosa y creo que definitivamente necesaria para la “discusión” editorial. Espero que muchos autores y autoras nuevos surjan y que el panorama se renueve.

Desde su experiencia, qué recomendaciones brinda a los nuevos autores

Bueno, prácticamente también soy un nuevo autor, al menos en novela. Sin embargo, esto de la escritura tiene mucha cosa y ahora solo se me ocurre pensar en riesgo, en libertad al momento de crear, libertad creadora o como se quiera llamar a esa vaina de no asustarse, de que no le tiemble a uno la mano para explorar o arriesgar frases, pasajes, formas, propuestas diferentes, lo que sea. Obviamente sirve mucho leer y leer críticamente, pero más allá de los libros hay muchas fuentes de discusión para los problemas que uno tiene en mente: música, cine, otras artes, lo que dice la gente en la calle, artículos de opinión, videojuegos, lo que sea. Más allá de los resultados, con este tipo de apuestas es que la literatura logra transformarse muchas veces, cambiar, repensarse, todo eso. Cada uno con su método de trabajo. Yo, por lo menos, no escribo constantemente o todos los días, pero cuando estoy en un proyecto, casi que todo el tiempo estoy pensando u observando cosas a través de ese “filtro”. Botándole corriente a los personajes, al estilo que debería usar o tono, a los problemas éticos o estéticos (y todo lo que pueda haber detrás); esto así sea un poema, un montaje de narración oral o algo como una novela que ahora tengo en mente. Eso es lo que me funciona.

Así, cuando tengo cosas claras, o más o menos claras, la escritura fluye mucho. Creo que simplemente es una forma de hacerlo, otros lo harán de otra forma, pero en últimas lo importante es querer decir algo, cuestionar algo, lo que sea. Querer manifestarse. Hablar de lo que uno ve y todo eso de lo que ya se ha dicho mucho. Lo que le digo a las personas que están empezando, prácticamente como yo, es lo mismo que de alguna forma me digo a mí: mirar y hablar sin miedo.

 

*Foto Sergio Muñoz: archivo particular.

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