Ganadores I Concurso de Cuento Corto “Mi barrio”

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premiacion_concursoBarriosdebogota.com, Librosyletras.com y Periodismosinafan.com convocaron al I Concurso de Cuento Corto “Mi barrio”, que fue premiado el pasado Jueves en Bogotá.

Resultó ganadora Diana Castro con “De Suiza a Bogotá” quien recibió $400.000 pesos en libros, y el segundo premio le correspondió a Nicolás F. Rueda con “Villa Mayor Antigua” quien recibió $100.000 pesos en libros. Estos textos fueron un aporte de B, Ediciones Urano y la revista Libros & Letras.

De Suiza a Bogotá
Diana Castro F.
Era una helada noche y el ruido de la lluvia cayendo por el tejado era lo único que se escuchaba, mientras yo ubicaba mi taza llena de chocolate caliente sobre la mesita de noche. Era muy extraño que tuviera que acostarme tan temprano y tan abrigado, pero con aquel clima era imposible no hacerlo. 

    En la televisión, un entusiasta viajero hablaba de las maravillas y promesas de un lugar lejano e irreconocible, pero su nombre me impactó. Aquella ciudad, de calles medievales, patrimonio de la humanidad, capital de un importante país europeo, llevaba el nombre del sitio donde yo residía… Pero, ¿Cómo era posible aquello?… Yo no reconocía ninguna de aquellas calles, no había escuchado nunca aquel extraño idioma que empleaban quienes transitaban por la pantalla de mi pequeño televisor, no había visto jamás las fachadas de los edificios, ni esas exuberantes estatuas.  

 diana   ¿Cómo podía yo estar en un lugar por tanto tiempo, y ahora escuchar del mismo lugar sin reconocerlo en absoluto?… Tomé el control remoto dispuesto a detener aquella ridícula alucinación de una vez por todas, pero algo pasaba con mis dedos… El frío de aquella noche o quizás la enorme confusión que habitaba en mi cabeza en aquel momento me impidieron apretar algún botón, por lo que seguí observando, medio aterrado, pero también medio maravillado, aquella tierra que me era desconocida, pero en la que vivía, que me era tan lejana pero tan cercana… ¿Cómo podía ocurrir algo así?

    El sitio que mostraban en aquel programa era muy diferente, pero el nombre era igual, las mismas letras que yo empleaba para nombrar mi zona, el lugar donde se ubicaba mi casa. Pero ese no era éste… en aquel lugar no se veían las casas de mis vecinos, la entrada del conjunto residencial en donde yo vivía, las tiendas de víveres, la droguería, la panadería o la avenida principal. 

    Frente a mis ojos aparecían imágenes de un sitio de construcciones clásicas, con enormes estatuas, de aspecto antiguo, que me recordaba a los dibujos que se veían en los cuentos, en los que hay castillos enormes, y guardias en sus puertas. En aquellas calles se veía una bandera roja con una cruz blanca que en nada se parecía a la bandera amarilla, azul y roja del país en el que yo estaba. 

    Mientras seguía trascurriendo aquel programa, fue adquiriendo más sentido en mi mente lo que estaba ocurriendo… Para comenzar aquel sitio lejano era una ciudad, pero el lugar donde yo me encontraba no lo era… 

    Yo vivo en Ciudad Berna, pero no en “esa” Ciudad Berna, la que es capital de Suiza en el llamado  viejo continente, y aunque el nombre dice ciudad, la Ciudad Berna en la que vivo es un barrio de los tantos que componen la ciudad de Bogotá en Colombia. 

    Lejos de la antigüedad medieval que hay en la capital de Suiza, en mi barrio no hay guardias como los de los palacios de los cuentos, ni como los hombres que aparecían en la pantalla de mi televisión en aquél momento, no hay calles medievales, ni líneas ferroviarias o museos; pero es “esta” Ciudad Berna el pequeño universo en el que habito, el espacio en el que transitan las personas que conozco; que no estará inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero que es definitivamente origen de las identidades de todos sus habitantes.
    En mi barrio hay casas grandes y pequeñas, conjuntos residenciales y edificios de apartamentos, en fin, locales y hogares… Es “esta” Ciudad Berna, en la que se realizan fiestas y partidos de fútbol nocturnos; y en donde en las mañanas las personas hacen ejercicio y pasean a sus mascotas por los diferentes parques, los niños asisten a los colegios, y los creyentes frecuentan las iglesias de diversas religiones.

    Las lejanas imágenes seguían apareciendo frente a mí y en ese instante supe que sería maravilloso poder conocer algún día aquella Ciudad Berna medieval, viajar a Europa y llegar al “mismo sitio donde estaba, pero en otro lugar del mundo”; ir de Ciudad Berna a Ciudad Berna, viajar de Bogotá a Suiza, aunque el nombre haya realizado la travesía a la inversa: De Suiza a Bogotá. 

    Un momento después las imágenes de aquel lugar dejaron de aparecer en la pantalla y fueron reemplazadas por otras de un sitio distinto. Así concluyó todo aquel viaje mental que durante esa hora realicé.

    Tomé el último sorbo de mi chocolate, que ya estaba más frío que caliente, pensando en todas las personas que refiriéndose a dos lugares tan diferentes empleaban el mismo nombre, y luego permití que Morfeo se llevara todas aquellas reflexiones.

Fotos: Tatiana Melo.

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