Se falló el III Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales Bogotá 2014
Las obras ganadoras que obtuvieron el premio son: «Soporte, intervención escultórica» de Mario Opazo y «Con el diablo adentro», performance de Nadia Granados.
El jurado conformado por Natalia Gutiérrez, Carolina Ponce de León y Víctor Manuel Rodríguez, otorgó por unanimidad los dos premios de adquisición, cada uno de $30.000.000. Además una mención a la obra «De gran altura», intervención urbana de Ana Karina Moreno. Las obras de Granados y Opazo entrarán a formar parte de la colección de arte de la FUGA.
En el acta de premiación el jurado señaló que es «ejemplar la reflexión que cada artista ha realizado sobre el arte de sitio específico, entendiendo este como espacio simbólico cargado de memoria. Las obras ganadoras, hacen de la memoria un dispositivo político para sacar a la luz historias de la colonialidad y patriarcalidad de los relatos nacionales».
El III Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales 2014, concurso de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, convocó a artistas de mediana y larga trayectoria a presentar proyectos de sitio específico que involucraran la arquitectura y/o la memoria del lugar concebidos para las salas de exposición de la FUGA.
Se seleccionaron ocho artistas, entre 26 participantes, que concursaron por una bolsa de $60.000.000, cuyas obras se programaron en dos muestras consecutivas:
Primera muestra: William Bahos, Nadia Granados, David Lozano y Eduard Moreno, del 10 de junio al 15 de julio. (Ver nota aquí)
Segunda muestra: Ana Mejía, Bernardo Montoya, Ana Karina Moreno y Mario Opazo, del 31 de julio al 5 de septiembre. (Ver nota aquí).
Mario Opazo, Soporte, 2014, intervención escultórica con madera rolliza, 12 x x 4.5 x 3.5 metros
Ganadores:
Mario Opazo, «Soporte, 2014, intervención escultórica» con madera rolliza, 12 x x 4.5 x 3.5 metros
Soporte es un proyecto en el que confluyen experiencias e ideas en torno a la arquitectura como escritura, como marca física en la que se actualiza y adquiere cuerpo el texto de una cultura. Es decir, que se avanza en una idea de arquitectura como señal física de la memoria, como acumulación de aquello que se resiste a la muerte y que sobrevive al olvido, como acumulación de lo inolvidable proyectando el porvenir, la memoria como acumulación del haber sido, el estar siendo y el querer ser.
Es importante la noción de persistencia y cambio como binomio de tensión, Soporte también se refiere al soportar el peso, el tiempo, el suelo y la raíz de lo propio y el aire y la luz desconocida, soportar el cambio, el movimiento y la transformación. Resulta del modo en el que se traslapan, se montan, se relacionan las huellas de una cultura en la otra, de sus maneras de resistir y apoyarse.
Soporte alude a la dificultad en la obra de arte, de cuerpo que se ve transformado y por lo tanto amenazado a ser otro en lo otro.
Nadia Granados, «Con el diablo adentro, 2013-2014», Videoinstalación y performance.
La primera virtud del espectáculo (independiente de lo que pueda simbolizar) es la de abolir todo móvil y toda consecuencia: lo que importa no es lo que uno cree, sino lo que se ve. Un culo que habla es más frecuente que un discurso sobre la vejez o la bondad. Ocurre todos los días, en los bares de chicas los culos tienen voz propia, se contonean con una sonrisa y constituyen el verdadero rostro de las mujeres en una sociedad de hombres que paga para verlas desfilar. La pasarela está en las calles y en los burdeles. Algunas cosas son esencialmente simples y bien conocidas, se trasforman en secretos. Como si ser prostituta fuera sólo un acuerdo de moralidades, las caras han desaparecido y sólo quedan culos por doquier.
En una sociedad sin rostro femenino, se ha desplazado a las nalgas (culote, culito) articulado con un discurso complaciente de deseo. El culo que habla (o Monólogo del culo) es un cabaret monstruoso lleno de perversidad pura, tan pura como su propia y radical honradez. No dice nada, lo grita, deformado, enfurecido, al mismo tiempo que expuesto con el coño al aire tras un comienzo de salsa de motel, deliberadamente cursi y masculino, estalla en lo que podríamos creer una imprecación sin idioma, ininteligible. Esa visión deformada (aunque sean unos glúteos perfectamente contorneados, sobre los que se proyecta un rostro arrebatado por la cólera) de la prostitución, posee un profundo carácter ambiguo. La flatulencia –pero endemoniada– de los discursos políticos es otra de las formas en que se podría interpretar. Quizás porque el arte, entre otras cosas de menor o mayor valía, es una zona de tolerancia donde lo monstruoso puede ser representado sin consecuencias catastróficas dentro de las fronteras establecidas por el orden regular, ya que la pulsión entre lo normal y lo diferente crea el símbolo, el estatus del arte, el tener gusto por las lágrimas, y saber llorar con un rugido.
Fuente: Fundación Gilberto Alzate Avendaño
Bogotá, 1 de Agosto de 2014.