Un café en Buenos Aires con la ganadora del Fondo Nal. de las Artes
El escritor porteño Pablo Di Marco nos comparte su entrevista con Valeria Zurano alrededor de un café. Historias y revelaciones para conocer de cerca a la autora argentina.
Por: Pablo Di Marco / Argentina.
¿Cómo se conecta por primera vez un lector con determinado autor? Las posibilidades son infinitas: una entrevista, una reseña positiva, la recomendación de un amigo o de un librero, una campaña publicitaria atractiva… Mi modo de descubrir a Valeria Zurano fue más sutil: una noche, en medio del infinito fárrago de palabras que nos rodean, leí la siguiente frase: «…adentro del mundo hay un simulacro.» Me detuve al instante y releí aquello más de una vez. Y comprendí que detrás de esa frase debía haber una escritora. Y por fortuna no me equivoqué.
Nada me gustaría más que esta entrevista sirva de puente entre cada uno de ustedes y la obra de Valeria Zurano.
—¿Por qué tu último libro es especial para vos?
V: Cada libro es especial por motivos diferentes. Sin embargo, La belleza del resentimiento tiene de especial su recorrido. Lo comencé a escribir en vísperas de la crisis del 2001, consternada por la situación económica y social que vivíamos. Mi intención era hacer un ensayo poético o una «poesía ensayística» sobre los contrastes de la sociedad argentina, tal vez el libro funcionó como una especie de vaticinio. Luego, cuando en el año 2010 se le otorga el Premio del Fondo Nacional de las Artes, se hizo viable la posibilidad de editarlo. Es un libro que comenzó a hablar de la pobreza (no sólo económica sino cultural y humana) y que desde allí, abogaba por un cambio en la estructura política y social. Tantos años de neoliberalismo despiadado nos había provocado un letargo, pero también hubo un gran resentimiento que iba creciendo; en cierta forma habíamos sido estafados. Yo sentí la necesidad de reivindicar esa bronca, valorarla y poetizarla.
—¿Cuál es tu librería preferida?
V: La de la vuelta de mi casa. Librería La recova, en Castelar.
—No la conozco, así que prometo visitarla pronto. Decime, Valeria: ¿a qué personaje literario o escritor quisieras besar con pasión?
V: Creo que a Clarice Lispector. No sé si con pasión, pero un beso al fin.
—¿Alguna vez lloraste leyendo un libro? ¿Con cuál?
V: Sí, con Niebla de Unamuno.
—¿Alguna vez lloraste escribiendo poesía? ¿Quisieras compartir conmigo ese pasaje?
V: No, nunca lloré escribiendo. Si de lágrimas hablamos…
—Una vez escribiste algo que despertó enormemente mi atención: «…adentro del mundo hay un simulacro.» Es una idea muy triste, pero también guarda algo de extraña belleza. ¿Recordás cómo te llegó esa idea? ¿Dónde y cómo lo escribiste?
V: Sí, yo vivía en un departamento en Ramos Mejía, de esto ya hace casi seis años, la idea llegó por una caja que me habían regalado. Era muy hermosa, nada era lo suficientemente preciado para guardarlo allí, por otro lado, lo que era preciado tampoco entraba, ni tenía sentido dentro de la caja.
Pero no podía olvidarme, pensé que ahí podría entrar todo y nada, podía entrar un mundo y tampoco. Por eso la caja, dio tantas vueltas en mi mano hasta que sentí que tomaba la forma de la tierra, abandona su cualidad cúbica y se vuelve esférica. Y eso es lo que pasó, de tanto mirarla y pensarla, entré en su profundidad, hallé su rotación. Hasta que finalmente se me cayó, entonces vi lo vacía que continuaba y al mismo tiempo, todo lo que había puesto adentro. Y ya no era la caja, era el mundo. Un espacio y un tiempo colmado de acciones que hacen la vida de una persona, donde las cosas a veces pierden su carácter verídico, y sólo se repiten porque calman nuestra conciencia. Fue algo lúdico y cotidiano, que tomó la forma de poema.
—Son interesantísimos los vericuetos de la inspiración, ¿no? Y ahora vamos con las dos últimas, Valeria: alguna vez Vargas Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?
V: El día que estaba en mi habitación, cuando tenía nueve años, y un poema me eligió por primera vez. Además de otros días, claro.
—Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
V: Gracias por el regalo. Pero no tengo ninguna predilección sobre nadie. Soy un poco ermitaña, si me tomo un café con alguien seguramente hay una amistad o una charla pendiente. Tampoco soy de preguntar, me gusta el misterio.
Notas relacionadas